Perspectiva.
Hace tres años, platicando con Simitrio Quezada, apareció en la conversación un concepto que en ese momento no tenía manera de formular adecuadamente: la “cruda creativa”.
Recién terminaba un cuentario, y al poner el punto final, me invadió algo inusitado. Supe que estaba terminando de escribir un buen cuentario, y lo sentí como lo que efectivamente era: lo mejor que había escrito hasta ese momento.
Preparé el cuentario, y lo envié a concurso.
Diré que no ganó ni siquiera una oscura e indeseable mención honorífica, pero lo nuevo fue la sensación que me invadió dos o tres días después de terminado: la sensación de que dicho cuentario no valía la pena, como si hubiese escrito algo de lo que cualquiera se avergonzaría.
Eso es lo que Simitrio llamó ‘cruda creativa’, es decir, la resaca que sigue inmediatamente después de la embriaguez que causa el trabajo terminado.
Pues bien, algo semejante sucede no sólo con proyectos netamente creativos, sino en general con cualquier proyecto que sea digno de tomarse en cuenta. Libscribd no escapa de ello. Apenas anunciado inmediatamente surge la incertidumbre sobre el recibimiento que dicho proyecto tendrá entre sus destinatarios, de hasta dónde podrá llegar a cumplir su cometido, si realmente a alguien le funcionará y resultará tan útil como dicho proyecto fue planeado y pensado.
En fin, dichos estadios anímicos surgieron -hoy lo comprendo- para ser igualmente disfrutados. Sólo el tiempo dirá cómo y de qué manera dicho proyecto podrá subsistir, o perderse irremediablemente en el olvido. Mientras tanto, y lo más importante, radica en la posibilidad de ofrecer algo que verdaderamente nos apasiona, y que puede ayudar a otros también, facilitándoles y alegrándoles un poco la existencia.